El tiempo, ya sea en sus denominaciones de “modernidad”, “globalización”, o “avance” ha logrado que el deseo de ver cine (alemán) en una sala de cine, sea casi una experiencia elusiva y elitista. Casi como querer apreciar una función de ópera. Es evidente que el cine, su producción y también la experiencia de verlo, ha sufrido intensas modificaciones con el correr del siglo XX. No es lo mismo que cuando Sigi Rothemund, realizaba sus primeros trabajos allá por los años 70, y decididamente no es nada parecido a lo que solía ser cuando la ciudad de Berlín era retratada por la cámara de Walter Ruttmann a fines de los años 20.
Así como existen tantas respuestas posibles a la pregunta ¿qué es una ciudad? que originó una película como Berlín, sinfonía de gran una ciudad, se pueden encontrar numerosas sentencias para otra inquietud, ¿qué es el cine alemán de nuestros días? ¿Quiénes serían los continuadores de la obra de Herzog, Fassbinder o Kluge? ¿Qué quedó de aquella idea de refundar el cine alemán que proclamaban los jóvenes de Oberhausen? Preguntas que, es probable, lleven impreso el fracaso en su génesis, pero que no impiden la tentación de acercarse a buscar respuestas. Y para ello, qué mejor que sumergirse en la programación de esta 13ª Semana de Cine Alemán y dejarse tentar por la variedad, la cantidad y la calidad, revisar y descubrir similitudes o búsquedas estéticas similares. Agrupar los títulos en bloques, catalogarlas en nuevas jerarquías. Así encontraríamos los dramas familiares con el ojo puesto en las minorías sexuales como Caída libre de Stephan Lacant (con Max Riemelt, uno de los protagonistas de La ola) y Transpapa de Sarah-Judith Mettke, con un arriesgado protagónico de Devid Striesow (el mismo de Yella de Petzold y Tres de Tom Tykwer). Después del éxito internacional de películas como Good Bye Lenin! (2003) o La vida de los otros (2006), no pueden faltar los dramas de época con cierto grado de revisionismo histórico, en este caso en la RDA de principios de los años 80’s en Costa esperanza de Toke Constantin Hebbeln con una historia de amistad y traiciones; y la Hannah Arendt de Margarethe von Trotta, en donde a partir de su experiencia en el juicio contra Adolf Eichmann repasa pasajes de su biografía. El drama social con Nuevos horizontes de Pola Beck y Culpables son los otros de Lars-Gunnar Lotz, dos historias que presentan protagonistas con problemas tan reales como los de muchos documentales. Y la exitosa comedia Rupturas por encargo de Matthias Schweighöfer y Torsten Künstler, una “buddy-movie” a la alemana y con potencial para ser adaptado por el cine norteamericano en cualquier momento. O el cine destinado al público juvenil con Las hermanas vampiresas de Wolfang Groos. Y claro, los programas de cortos, el lugar que ofrece la posibilidad de asomarse a quienes serán los responsables de las películas del futuro. Como ya es costumbre, la función de clausura será una proyección especial de Berlín, sinfonía de una gran ciudad, con música en vivo a cargo de Marcelo Katz y Mudos por el Celuloide.
Un recorte con suficiente material como para confirmar la condición de fuerte industria de la que sigue gozando Alemania, pero también para pensar desde ese país, los rumbos que tomó la historia del cine, que como escribió Alexander Kluge viene hacia nosotros desde la época de las cavernas como la luz de un astro muerto y se proyecta hacia el futuro en formas imprecisas. |